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Mostrando entradas de noviembre, 2010

Quizá otro día…

De vuelta a casa, cierras los ojos y apoyas tu frente contra el cristal. El cansancio agarrota tus músculo; tu vista, cansada, es incapaz de enfocar todo aquello que te rodea. Matarías por ser libre, abrir los ojos y despertar en otro lugar: un lugar en el que ya has estado, un lugar que conoces bien y donde te sientes feliz y completo. Ilusionado, lo intentas. No obstante, todo es en vano. Despiertas en un bus mugriento, con mil y una personas a tu alrededor mirándose entre ellos con curiosidad. «Bueno...» Suspiras «Quizá otro día».

De perdidos al río

« La sociedad se degrada ». Es un hecho tan cierto como que el fuego quema y el agua moja. El mundo vive ensimismado contemplando su propia imagen, incapaz de evitar el mentir y engañar para hacer realidad sus caprichos. Las personas son ególatras, hedonistas, individualistas… Los demás no importan. Sólo cobran sentido en tanto en cuanto benefician al « yo ». La vida se ha convertido en un campo de batalla con el mundo como cruel escenario, y cada uno de los seres humanos como contrincantes. La competencia es brutal y la compasión, inexistente. El hombre se ha vuelto perezoso, lo que a su vez ha provocado la malsana obsesión de explotar al prójimo hasta hacerle exhalar su último suspiro. El corazón del hombre se ha endurecido. En la oscuridad, su pecho no palpita y tú lo sabes. Indeciso, te encuentras parado ante una bifurcación: dos puertas a la espera de que las cruces, dos oportunidades que aguardan tu decisión. Frío por doquier; soledad y amargura impregnan tu ser y se deslizan por

Verdad incómoda

Rozas la realidad con la punta de los dedos. Tratas de trazar un croquis con los pequeños fragmentos de certeza que te quedan. El resto se ha desmenuzado entre tus manos, convirtiéndose en una densa ceniza que oscurece su superficie y contamina el aire. Una mancha que atestigua las mentiras que se difunden en el mundo. Una verdad incómoda que crece quebradiza entre matojos de hipocresías.

Estrella del Rock

Estrella del Rock. Ardiente sex-symbol. Ídolo de Masas. Así es como eres. Así es como te dicen que debes ser. Pero... ¿qué se oculta tras esas impertérritas sonrisas que te ves forzado a mantener en cada instante? ¿Qué siente realmente el deseado arquetipo, cuando en todo momento tiene que estar feliz y contento, y mirar sin instinto asesino al siempre fijado objetivo de las cámaras? ¿No se sentirá intimidado? ¿No se da cuenta la gente de la presión que supone saberte modelo y fantasía de prácticamente el mundo entero? Y aún así, la vida gira en torno a tu ascendente carrera. Tu fama se propaga como la pólvora y cada vez te es más y más difícil mantener la compostura; ser capaz de estar intimando con aquellos que te importan sin tener sobre ti a la prensa rosa, a una lluvia de paparazzi venidos de ninguna parte, por no hablar de los fans histéricos que por cada segundo transcurrido están más obsesionados por hablarte. O conocerte. O tocarte. O… Y entonce

Paraíso Perdido

« ¿Quién fue el primero que les indujo a esta rebelión inmunda? La infernal serpiente; ella, con su gran astucia Les infundió envidia y venganza, engañó A la madre de la humanidad, cuando el orgullo La expulsó del cielo, y con ella todo su séquito De ángeles rebeldes, para ayudarla a Llevarla a la gloria por encima de todo, Confiaba en conseguir igualarse al Altísimo, Si se le oponía: y con un propósito ambicioso Contra el trono y la monarquía de Dios Provocará una guerra impía en el cielo y una orgullosa batalla Con vanos propósitos. El Todopoderoso Arrojará precipitadamente llamas desde el cielo etéreo Con espantosos destrozos y fuego, Y no habrá más morada que la eterna perdición... Oh príncipe, oh jefe del trono del poder, Que permitiste al imbatible Serafín ir a la guerra A pesar de su conducta y de sus actos atroces Y que temerariamente pusiste en peligro al rey de los cielos Y pusiste a prueba su alta supremacía, Si alta por la fuerza, o por la suerte del destino, Veo demasiado

Error

Descubres un error. Una imperfección. Una grieta en torno a la que el muro que constituye tu vida se desmorona. Y tú tratas de reconstruir la historia, preguntándote que has hecho de modo incorrecto; tratas inútilmente de calibrar tu interior para descubrir que anda mal en ti, creyendo ingenuo que eso te va a servir para reparar el daño. Pero lo hecho está hecho y tu mente se niega a reconocer lo evidente. Intenta rememorar aquel momento una y otra vez, dándole mil y una vueltas, desrizando el rizo, construyendo una hipótesis tras otra: cada una más absurda que la anterior. Elabora hilos de pensamiento largos e intrincados, tratando de hallar un significado oculto a algo que no tiene ninguno. Y tú te sientes mal, apenado, con un nudo en la garganta que crece por momentos, que no te deja ni hablar ni respirar. Ahora deseas el plácido sueño de la muerte más que nunca. Tu mundo ha dejado de tener sentido. Se ha detenido, todo ha dejado de fluir. El tiempo ya carece de valor. «Na

Vacío y Aburrimiento…

Te despiertas por la mañana. Es temprano. El cielo está encapotado. Suspiras, aún en la cama, y te frotas el ojo izquierdo una y otra vez. Te asomas por la ventana y echas un vistazo a tu entorno, el ambiente frente al que vives y que te resulta tan familiar. Todo sigue exactamente igual. Suspiras nuevamente y tu vista se distrae, buscando un ápice de vitalidad, algo nuevo y diferente que te haga experimentar de nuevo lo que antes eran variadas sensaciones y ahora es sólo aburrimiento. Ah, la naturaleza y el tiempo, factores volubles y cambiantes que, sin embargo, parecen estancados. Tú quieres escapar, huir de un destino que se te antoja monótono y miserable, lo mismo que inexorable. Sabes que huir es ridículo, que tratar de escapar de la fatalidad es imposible, casi como correr tras la puesta de sol para que no se haga de noche. Y…sin embargo…lo haces. No lo puedes evitar. Necesitas mantener viva la llama de la esperanza de que tienes algo por lo que seguir, porque si no… ¿qué te q

Abandono

Sientes esa angustia generalizada, esa sensación fría y cortante que se propaga como una descarga eléctrica transmitida por tus terminaciones nerviosas. Tu corazón no palpita, tu cabeza da vueltas… No estás vivo, pero tampoco muerto. Eres algo intermedio. Un ente solitario y marchito, una llama tenue que se extingue cuando sopla el viento. No tienes arreglo, eres un juguete roto, un olvidado muñeco que coge polvo en lo profundo del armario. Y los de tu alrededor se mueven, bailan en torno a ti sin hacerte partícipe de sus juegos e intrigas. Y tú, por no gritar, te consumes en el silencio, asfixiando tu dolor bajo una sonrisa fingida. No hay esperanzas, no hay sueños. Esa sensación tiene un nombre. Se llama abandono.

Locura

En ocasiones te preguntas si todos experimentamos los mismos sentimientos. Esas sensaciones de abandono y amargura, esos nudos en estómago y garganta que se mueven bombeados por tu torrente sanguíneo, que te hacen querer llorar, querer gritar hasta quedarte afónico; que te hacen desear la muerte. ¿Cómo ver luz entre tinieblas, cuando estás ciego? ¿Cómo abrir los ojos al mundo cuando lo mejor para ti es mantenerlos cerrados? La cordura es algo curioso. Algo que permanece un tiempo, pero que exige un mantenimiento. Y si este no se da, la cordura se marcha. Se aleja cual rápido gamo y desaparece de nuestras vidas para siempre. Y… ¿qué queda entonces? Una persona rota, desgarrada, que ve doble y no ve nada, que se mantiene viva por caprichos del destino, que no muere porque está encadenada a este mundo. Una persona que no existe, que es invisible, que no resalta, que se desvanece como el humo ante los ojos ajenos; alguien que nadie es capaz de ver. Una persona que es frágil, que se resqueb

Persona cruel versus Mundo cruel

¿Te has sentido alguna vez acosado por una persona que parece odiarte y despreciarte solamente por existir? No sé tú. Yo sí. Gente que actúa de forma desagradable contigo, cuando estás sólo te miran y te remiran, tratando en todo momento de entender cuáles cosas son las que peor llevas, para atacarte desde ese flanco más débil. Pero al menos en esos momentos no te atacan. Son depredadores en manada. Actúan únicamente si hay más gente alrededor. Les gusta fardar y presumir, dejar claro que ellos son líderes, que sus opiniones son especiales o que valen más que las de los demás. Y… ¿sabes que es lo curioso? Que son precisamente esas personas las que más inseguras se sienten. Las que, por motivos desconocidos, se sienten obligadas a atacar a los demás porque su autoestima se encuentra en niveles ínfimos. Siento lástima por esas personas pero, al mismo tiempo, no me parece correcta su forma de vernos a los demás. El mundo ya es demasiado duro y cruel como para que nosotros lo hagamos aún m