Entradas

Déjame en paz, futuro

Desde hace unos días siento cómo la vida me desborda, cómo las decisiones que en su momento debería haber tomado, reflexionando cuidadosamente, llaman ahora a mi puerta, como ansiosos acreedores a la espera de un pago que no puedo asumir. Y aquí estoy yo, bloqueándola, fingiendo que no estoy en casa, recostado contra la pared cubriéndome los oídos con las manos mientras entierro la cabeza entre mis rodillas. El futuro es un especulador y un mafioso cruel: le solicité un préstamo cuyos intereses son más elevados de lo que al principio pensé. Y ahora el contrato está firmado y sellado, y echarse atrás no es una opción. Lo único que se me ocurre hacer es esconderme, hacer oídos sordos a los esbirros que ha mandado tras de mí.  Y las palabras, aquellas que inexorablemente determinaron mi camino, se repiten una y otra vez en mi cabeza, un eco palpitante y continuo como el del Corazón Acusador de Edgar Allan Poe; las agujas de un reloj que trazan su ciclo y cuyo retintín me enloquece; el p

Giro inesperado

A veces, la vida te da sorpresas que no esperabas. Recorrías tu camino en línea recta, siempre derecho, sin desviarte jamás. Creías que eso era lo que debías hacer, lo que te conduciría a ese destino que la sociedad había construido para ti. El condicionamiento al que estabas sometido llegaba hasta ese extremo. Pero ahora ha sucedido algo que te ha asombrado, que ha deshecho completamente todo lo que creías saber y todo aquello que con tus expectativas habías elaborado como un iluso. Esta nueva posibilidad, esta bifurcación en el sendero, permite que tu yo verdadero vuelva a ver la luz tras pasar años encerrado en una fría y oscura torre. Y si bien el desmoronamiento de los muros te ha hecho libre, también te ha dejado desnudo y vulnerable a las inclemencias del entorno. Por ello debes estar muy seguro antes de sucumbir a tus emociones o de entregar tu corazón, porque si bien tu decisión te podría dotar de la más absoluta dicha, también te podría abocar a la desesperación en el más

Rigor vitalis

Quieres decirle algo a esa persona especial, pero el miedo atenaza tu garganta y eres incapaz de articular sonido. Una oleada de frío polar desciende hacia tu estómago y esas incansables mariposas, que normalmente danzan en su interior cuando te habla, quedan congeladas. Mientras, percibes impotente cómo su mirada se torna confusa, te sonríe impaciente, esperando que te muestres tan abierto, sincero y cómodo como cuando os comunicáis por escrito. Deseas hacerlo, de veras que sí. Necesitas decirle lo que has empezado a sentir, lo reconfortante que resulta saber que te escucha, que le importa lo que te pasa, que disfruta con las cosas que le cuentas y que valora mucho tu confianza. Ansías ser capaz de sostener su mirada cristalina y bondadosa; preguntarle por su día y por las cosas que le pasan, para que te revele sus ideas y pensamientos y, de ese modo, ser capaz de conocerle un poco mejor. Anhelas hablarle pero estás atemorizado, asustado de no ser lo que espera; de que no te vea có

Dualidad

La dualidad forma todo lo que somos. Tratamos a menudo de reprimir nuestra oscuridad interior y de fortificar nuestra luz, creemos que tras mucho intentarlo llegaremos a quedarnos sólo con las buenas conductas suprimiendo las viles. Pero eso nunca pasa. Somos fruto de la lucha eterna entre el caos y el orden: espíritus confusos, saturados de contradicciones. Creemos ilusos que los secretos pueden ocultarse indefinidamente bajo la alfombra, como si no existiesen. Y así es como persistimos: enfrentando las dificultades a base de evitar prestar atención a lo que se esconde bajo la piel, a todas aquellas dudas y preguntas que forman nuestro subconsciente y que continuamente ponen en tela de juicio todo lo que pensamos y hacemos.

Telaraña

Son curiosas esas personas que, como arañas, tejen su red en torno a ti; sin que te des cuenta siquiera. Te enredan lenta y pacientemente entre sus hilos, confundiéndote entre sus giros y nudos, sellando tu inexorable destino, atrapándote en su poderosa telaraña. Antes de que te percates, ya estás inmovilizado, firmemente sujeto bocabajo en el centro de la red: eres víctima de la astucia de la  fiera   hambrienta y voraz que se prepara para degustar tu final.  Y, entonces, lo único que puedes hacer es gritar.

Nunca lo olvidaré

Trato de encontrar mi paz en el fondo de una botella, buscando una chispa de sentido que destaque en un océano de confusión. Me bebo mi angustia y mi soledad en cada trago, siento el imparable borboteo como un río de fuego abrasando mi garganta. Busco consuelo, abandonado como estoy, llorando en una esquina; sintiéndome estúpido por haberlo intentado tantas veces sin éxito alguno. Ni siquiera recuerdo por qué malgasto mi tiempo lamentándome por ti, sufriendo por ti, engañándome a mí mismo por ti. Si me concedieran un deseo, desearía poder borrarte de mi mente: hacer como si nunca te hubiese conocido, como si nunca hubieses existido para mí. Todo porque sé que yo a ti realmente te importo un bledo y, piense lo que piense o haga lo que haga, eso nunca cambiará. Seamos sinceros: no podía darte lo que necesitabas ni querías; y tú tampoco podías dármelo a mí. Hay que admitir, por doloroso que resulte, que lo nuestro nunca fue real. Y lo que nos hicimos es prueba de ello. Eso es cuanto

Lucero del alba

La noche más oscura trae consigo un miedo connatural, una angustia derivada de la confusión que surge cuando nos rodean las sombras y todo lo que sentimos es frío e inseguridad. Nos abrazamos entonces las rodillas, tratando de calmar ese terror cada vez más poderoso, intentando mantenernos firmes y serenos ante la ausencia de claridad. Lloramos y gritamos por la impotencia: poco a poco, esas tinieblas nos apresan en una jaula de dudas, estrés y pensamientos negativos, mientras la penumbra se hace cada vez más difusa y pronto ya no somos capaces de ver ni nuestro propio cuerpo.  Queremos pensar entonces que estamos solos, que la oscuridad no puede hacernos daño; que no hay murciélagos ni criaturas de la noche acechándonos, esperando el momento propicio para saltar sobre nosotros y devorarnos. Pero en el fondo sabemos que no es cierto: la oscuridad nunca viene sola y, aunque los que se esconden en los armarios o bajo las camas sean un mero producto de fantasías infantiles, los monstr